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Edmond Wells.

represión

represión Esto de ser libres, libres sin glosa ni distingos, sin acotaciones al margen ni ordenaciones jurídicas, suele ser un trago bastante indigesto para mucha gente que hace de la represión su razón de ser. Estos agentes secretos, con licencia para reprimir, están emboscados en muchos sitios. Los encontramos, por ejemplo, en forma de consultor psicológico, columnista de moda, predicador radio-televisivo, o consejero autonómico de bienestar social. Estos epígonos de la Ley y el Orden nos dicen lo que tenemos que comer, lo que no tenemos que beber, nos acotan cada vez más los espacios para el deleite, desde el mínimo cigarrillo a la no tan mínima -y necesaria- orgía, nos hablan del Sida como maldición divina, y entre unos y otros, pretenden organizarnos la vida, como si esto fuese un colegio, nosotros los internos y ellos la Madre Superiora.
En los Estados Unidos, han descubierto el mediterráneo del puritanismo. El Vaticano se ha olvidado que hizo un concilio. A la teología de la liberación le ha sucedido la teología de la represión: Dios se ha hecho del Opus y se ha cabreado con los cachondos, los bohemios, los viciosos y la gente legal, como si el Evangelio no estuviese lleno de ladrones y de putas, que precisamente son los buenos de la película. Se impone la moda del fariseo: La represión lleva falda larga y la libertad cada vez va más corta de sisa.
Poderoso caballero es don Dinero, tan poderoso que nos deja impotentes, a la que nos descuidemos. La represión nos azuza a un egoísmo absoluto, a cerrar puertas y ventanas, a crear más fronteras, a convertir el ego en un dios adorable. Adiós al sexo sin prisas, no se puede perder tiempo en algo que se puede resolver en unos minutos, estamos muy ocupados en nosotros mismos, en nuestro dinero, en nuestro culto al cuerpo, en nuestro espejo, en nuestra mierda. Luego que nadie se extrañe de que los psicólogos se forren haciendo terapias. Cada día estamos más integrados en un mundo insolidario e individualista, que convierte al Hombre en lobo del Hombre, y al amigo Hobbes le hemos hecho un monumento por inventar la frase. El nuevo orden mundial nos incita a reprimir bien sin mirar a quien, y nos hace olvidar la única verdad en este mundo de hipócritas sinceridades: Que solamente nos salvan los demás.

1 comentario

Raquel -

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