Sonríes mientras te desnudas y mi corazón se enciende como si nunca hubiese sentido esa pasión. Que importa que estés lejos de mí. Me has dejado tus imágenes, y aunque no me conozcas, aunque sea imposible que un día te cruces conmigo en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera, aunque piense que no sé si existes, ahora te deseo como nunca, y tantas y tantas horas de hacer como que vivo en soledad unicamente tienen sentido en el preciso momento en que tu fotografía me sonríe como si yo, precisamente yo y no otros, fuese la gran pasión de tu vida.
Pues a lo mejor la solución consiste en la autarquía, en la plena complacencia con uno mismo hasta que se agota el jamón. A lo mejor resulta que todo eso de los demás es un invento de nuestros sentidos para entretenerse en algo que no sea nosotros mismos. A saber. Aunque esa música de Billie Holiday que escucho mientras escribo esto, y el recuerdo de Lorena, la imposible Lorena que nunca veré, nunca acariciaré, pero que poseo hasta su propia médula siempre que quiero y la imagino, a lo mejor resulta que son ellas, música, imagen, las que alimentan mi vida y me hacen subsistir sin caer en la tentación de dar un volantazo y despeñarme en la sugestiva tentación del abismo. Y en éstas, me vuelvo enamorar. I love you, Josh.
Es una forma curiosa de quererte, Lorena. La de inventarte aunque no existas. La de hacerte existir en mi cariño. La de sentir tu piel en mi piel, aunque estés a cien mil años luz, quien sabe si en una cuarta dimensión, donde sería imposible alcanzarte. Mientras te escribo, te resucito. Querer más de ti, exigir apresarte por mis cinco sentidos, sería recorrer la vida con exceso de felicidad. Gracias, mi amor, por haber dejado que te cree mi fe en tí.
Te trataré como una reina. Y lo voy a hacer por egoísmo. Porque tratándose así, me siento más feliz. Porque agonizando por ti, resucito. Porque amándote como te amo, de una forma desmedida, me siento un gigante. Porque no hay algo tan maravilloso, como haber despojado el corazón de esa coraza que nos impide sacarlo al sol para que se broncee. Te trataré como una reina independientemente de cómo me trates. No puedo, ni pretendo, cambiar tu orden de prioridades. Quiero seguir amándote así. Sumergiéndome en el remolino de la inquietud, en la torrentera del desasosiego, en el precipicio del dichoso y a la vez lacerante insomnio que nos cambia la rutinaria paz del hastío por una fiebre constante, por un fuego inextinguible, que me hace vivir y me hace morir, que no me deja tranquilo, porque no hay amor tranquilo. No quiero amarte a medias. No quiero elegir de ti solo la parte más amable. Quiero amarte tal y como eres, en todas tus facetas, en todos tus momentos, los gratos y los hirientes, los apacibles y los crispados, quiero amarte por ser quien eres y por ser como eres. Porque también quiero amar de ti tu libertad, tu facultad de elegirme un día sí y otro no, y acepto de tí, por amor, esperar a que llegue mi turno, si es que llega algún día, porque tus preferencias son mis preferencias, porque tu elección es mi elección, porque tu manera de diseñar tu vida tal y como quieres y como tú eliges es lo que yo quiero y lo que yo elijo, aunque esa elección aceptada y querida, hiera con la daga de la melancolía un corazón que no puede vivir ni un momento sin tí. Quiero amarte así, aunque tú no lo acabes de entender. Cuando lo comprendas, te darás cuenta de lo que te has perdido.
Descansar en tu hombro, donde reposa un manojo de nervios destrozados de tanto buscarte. Y mirar desde esa atalaya como la gente anda como loca absorta en sus minucias pues no tiene esa palanca para mover el único mundo que vale la pena: Tu hombro.
¿Y qué dirías del tiempo que se va sin haber acariciado siquiera tu piel? ¿Y qué dirías de una mirada que recorre medio mundo sin conseguir divisarte? Me tomas por un soñador porque solo te veo en mis sueños Pero yo sé que existes, Lorena, porque mi amor te crea. Y tu sonrisa es mucho más real que el mundo mostrenco que me rodea. Eras mi utopía. No te acarician mis manos. Te acaricia mi corazón.
Te trataré como una reina. Y lo voy a hacer por egoísmo. Porque tratándose así, me siento más feliz. Porque agonizando por ti, resucito. Porque amándote como te amo, de una forma desmedida, me siento un gigante. Porque no hay algo tan maravilloso, como haber despojado el corazón de esa coraza que nos impide sacarlo al sol para que se broncee. Te trataré como una reina independientemente de cómo me trates. No puedo, ni pretendo, cambiar tu orden de prioridades. Quiero seguir amándote así. Sumergiéndome en el remolino de la inquietud, en la torrentera del desasosiego, en el precipicio del dichoso y a la vez lacerante insomnio que nos cambia la rutinaria paz del hastío por una fiebre constante, por un fuego inextinguible, que me hace vivir y me hace morir, que no me deja tranquilo, porque no hay amor tranquilo. No quiero amarte a medias. No quiero elegir de ti solo la parte más amable. Quiero amarte tal y como eres, en todas tus facetas, en todos tus momentos, los gratos y los hirientes, los apacibles y los crispados, quiero amarte por ser quien eres y por ser como eres. Porque también quiero amar de ti tu libertad, tu facultad de elegirme un día sí y otro no, y acepto de tí, por amor, esperar a que llegue mi turno, si es que llega algún día, porque tus preferencias son mis preferencias, porque tu elección es mi elección, porque tu manera de diseñar tu vida tal y como quieres y como tú eliges es lo que yo quiero y lo que yo elijo, aunque esa elección aceptada y querida, hiera con la daga de la melancolía un corazón que no puede vivir ni un momento sin tí. Quiero amarte así, aunque tú no lo acabes de entender. Cuando lo comprendas, te darás cuenta de lo que te has perdido.
El placer de ser mirado. Cierro los ojos para que otros ojos me vean mejor. Mañana de luces, atardecer de penumbras, noche con la nostalgia a cuestas. Mirame, Lorena, antes de que me disuelva.
Abandono mis dedos como niños perdidos en la curva más dulce de tu espalda tras el flexible imán de la cintura y en leves pulsaciones desvelan la ternura de una música que los acuna hasta el amanecer